lunes, 19 de septiembre de 2011

Fomento al cine nacional

Contra la opresión, la saga. 
Los defensores a ultranza del neoliberalismo (dícese del conservadurismo en países sudamericanos) se proclaman defensores de la libertad y la democracia por sostener, con dichos y hechos, que nada ni nadie debe interceder en las relaciones entre las personas, pues todos debemos contar con las mismas posibilidades y oportunidades, y la intromisión de alguien, el Estado por ejemplo, estropearía la limpia y sana competencia entre iguales en pos de la mayor calidad. Y esta máxima no sólo se aplica a los humanos, también cubre a las empresas, las culturas, las naciones, y es absolutamente internacionalista. Aún recuerdo a María Julia, en los 90, hablar de que el modelo del gobierno menemista tenía como norte la democratización profunda de la patria en la que cada individuo pudiera ejercer la igualdad de posibilidades, pudiera salir a competir desde el mismo punto. Y este concepto, tan libertario en apariencia, esconde como ningún otro la perversión del modelo, pues niega rotundamente las realidades históricas, políticas, económicas, sociales y culturales de las personas, de los grupos, de los pueblos, de las naciones y de las regiones. Preguntas básicas, que a esta altura, por suerte, ya nos suenan a pura retórica: ¿Compiten de igual a igual, con las mismas oportunidades y posibilidades, el quinto hermano de una familia de nueve que no cumple con las necesidades básicas y un chico de clase media acomodada que hace las cuatro comidas; los productores textiles guaraníes y Kosiuko; Los cineastas argentinos y Hollywood? Desde ya que no. Y en la última comparación me quiero detener. Está en danza por estos días la resolución del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) de que los filmes extranjeros paguen un impuesto que estará en relación a la cantidad de salas que ocupen. El dinero recaudado engrosará las arcas de los fondos que habitualmente el organismo destina para favorecer la producción nacional. La reglamentación de la disposición es la siguiente para Buenos Aires y Conurbano:
1) Películas extranjeras que soliciten la exhibición en 40 pantallas: un valor equivalente a 300 entradas de cine por el total de las pantallas utilizadas.
2) Películas extranjeras que soliciten la exhibición en 80 pantallas: un valor equivalente a 1200 entradas de cine por el total de las pantallas utilizadas.
3) Películas extranjeras que soliciten  la exhibición en 120 pantallas: un valor equivalente a 2400 entradas
4) Películas extranjeras que soliciten la exhibición en 160 pantallas: un valor equivalente a 6000 entradas
5) Películas extranjeras que soliciten la exhibición de más de 161 copias: un valor equivalente a 12.000 entradas
6) Colas de películas extranjeras: una suma equivalente a 50 entradas de cine por cada cola que se exhiba.
En el resto de las provincias los valores se reducen a la mitad.

Ya se alzaron las voces de los que suelen alzar las voces para defender los intereses de los más poderosos y atacar toda medida que intente dar reales oportunidades al desarrollo de la industria nacional, para decir que este gobierno prohíbe, pone barreras, persigue recaudar (como si todo eso fuera malo de por sí) y es malo malo porque no nos quiere dejar ver la saga del avispón verde. Porque el mensaje que tiran los que odian a los Estados y los gobernantes y prefieren las multinacionales y los administradores, es engañoso y hasta infantil: Prohíben el cine extranjero, cuando en realidad lo que implica la medida es el pago de un canon. A ver si nos entendemos, Holywood no va a dejar de mandar sus tanques, ni lo sueñen; sólo va a tener que pagar determinada suma si quiere exhibir en más o menos salas. La medida apunta a que quede lugar para nuestro cine, y digo nuestro porque la industria cultural además de generar puestos de trabajo, como cualquier industria, genera contenidos culturales propios, habla de nosotros, nos identifica, nos hace nación. El imperialismo cultural (no me refiero a las películas, muchas de ellas geniales, sino a las políticas estadounidenses de expansión y dominio culturales), utiliza a sus tanques para minar y destruir cualquier vestigio de resistencia. Y una práctica usual es  no dejar lugar para ninguna opción diferente. Sería impensable que en un complejo de varias salas, en cualquier ciudad estadounidense o francesa, por nombrar una potencia europea, no hubiera al menos una película nacional. Es más, la realidad indica que es difícil que haya una película extranjera. Y esto se debe a que ellos sí defienden su industria cultural, porque saben que cada peli es una ventana al mundo.   Claro que si lo hacemos nosotros, somos casi nazis, ¿cómo es la cosa? Deben ser los cipayos, deben ser…deben ser los cipayos, deben ser, que andarán por ahí…
¿Se imaginan si Cristina lo hiciera?¡ Mamita!
DON CHICHO


Pd: ¿Sabían ustedes que el gobierno de EEUU entrega un dinero nada despreciable por cada vez que en una peli se muestra una bandera o se escucha el himno de su ispa? Qué me dice usté...

3 comentarios:

  1. Fomentemos el cine nacional. Pero recuperemos los cines; abajo con las salas transmutadas a edificios atiborrados de fieles de otros dogmas.

    Yo quiero ir al cine a ver películas, no a convertirme al sijismo.

    Gracias.

    ElTano, recontra viejo choto... pero orgulloso de su chotismo.

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  2. respeten el derecho de cada uno a ver lo que le gusta sin que moleste a nadie, a los que se deleitan con el monotematico,insufrible y falto de ideas cine argentino alla ellos, yo espero el estreno de EL HOBBIT obra de arte junto a otros titulos que la industria del cine nacional jamas hara.

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  3. Señor anónimo, no se prohibe, sólo se le pide que paguen los impuestos que corresponden. Total muchas personas como usted gozan de el excelente cine Estadounidense del norte, asi que será solo un vuelto para ellos. Despreocupese y vaya encargando popcorns y nachos...

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