viernes, 9 de diciembre de 2011

Es el Estado, estúpidos.

Campea en el discurso opositor destructivo (la mínima minoría que votó en contra de la nacionalización de las cajas jubilatorias, por ejemplo) la idea de que el gobierno nacional le roba ala gente por usar fondos públicos. Clarín tituló ayer “Lorenzino tomó más fondos del ANSeS” ¿Qué querrá decir esto? ¿Creerán que somos un poco salames? No creo, se trata de otra cosa.
 Por primera vez en años el gobierno nacional, al mando del Estado, con políticas buenas o malas pero concretas, decide y ejecuta el rumbo del país (y de su gente, claro), y decide con una caja única, porque el Estado es una unidad, cuáles son sus prioridades. Es destacable, se tiene que decir, que las jubilaciones alcanzaron en estos años de saqueo constante los pisos más altos de la historia, aunque siguen siendo insuficientes, ya lo sé. Pensar que el Estado no es más que distintos elementos que no se juntan ni se relacionan, es pensar en un Estado débil e inoperante. El dinero público es todo dinero del Estado, y el Estado decide dónde es más importante invertirlo. Porque el Estado, señores míos, somos todos, y en todo momento.
Uno de los mayores chacales de la Patria
La señora Ana Barón, en su columna del jueves 8, cita a un señor del Goldman Sachs, y dice que “los últimos años los ministros de economía argentinos han tenido muy poca participación en la formulación de políticas y se han dedicado a instrumentar medidas que no diseñaron”. Durante los años en que nuestros gobernantes no fueron más que operarios de los intereses de las corporaciones internacionales, el Estado fue atomizado para neutralizarlo. Los aportes jubilatorios se los quedaron empresas, la mayoría de las cuales fueron actores de la especulación financiera de país, y las jubilaciones eran paupérrimas; y los proveedores de servicios (agua, luz, gas, teléfono, etc) fueron entregados a empresas internacionales que lavaron las tarifas en sus países de origen con sobreprecios en Argentina; por citar sólo algunos ejemplos de la descuartización calculada del Estado, para aniquilarlo para que las corporaciones penetraran sin oposición.

En este cotolengo neoliberal, el ministro de economía salía en cadena nacional para anunciar el rumbo que tomaría el país, ¿se acuerdan de Domingo?, porque era a quien le daban las instrucciones y quien las transmitía a los gobernantes. En la actualidad las decisiones son políticas, y las toman políticos argentinos, votados por millones de argentinos politizados (mucho más que en otros tiempos al menos). Porque la política determina la economía y no al revés. Y está bien que así sea. ¿O usted no lo cree así?

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