Ocurrió una tarde como tantas en un tren de la línea del oeste, gente iba y venia por el tren, como siempre intransitable, mucho calor, mucho malhumor... Yo, que estaba a unos 10 metros de lo sucedido, veía la queja en los adustos rostros que querían pasar y tenían que levantar la pierna para sortear un obstáculo.
Con el correr del viaje, que es bastante largo hasta llegar a la cabecera, observaba repetidamente la misma situación y me intrigaba saber qué era lo que pasaba.
Al llegar a destino, vi. con asombro el final menos esperado: era un niño de tan solo cinco años que se encontraba comiendo un panchito, ahí, sentadito en el suelo del bagón.
Cómo llegamos al momento en el que una criatura siente el frió piso del tren como el living de su casa. He dicho.
Don Cosme.
Don Cosme.
Tremendo.
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