lunes, 5 de diciembre de 2011

Revisionismo histórico

“Si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia…”, cantaba Litto Nebbia, a mi entender, con justa razón.
A ver, muchachis, si al dar una noticia de cabotaje, dos medios hacen, a veces, 2 relatos diferentes de la misma cosa, imagínense lo que puede esperarse de la novela histórica fundacional de nuestra Nación. Y, oiga, como le defiendo la diversidad de voces que ofrece la ley de medios, también me pongo del lado de la existencia de distintas interpretaciones de la cosa histórica. La política no es más que eso, pensar la realidad histórica de la Patria de alguna manera y obrar en consecuencia.
Luego de lo dicho, me declaro, obviamente, partidario de la corriente de revisionismo histórico de la concepción liberal de nuestra historia clínica nacional. Y lo ideal sería que este revisionismo se revisionara a sí mismo constantemente. Porque la cuestión no es caer en otra historia oficial. La historia no es más que un proceso político en permanente movimiento, y exige un análisis complejo. Esta parrapuchada que se escucha por ahí, que de un lado quedan Sarmiento, Roca y Rivadavia, y del otro Quemes, Rosas y Borrego, puede llevarnos a perder el foco y cristalizarnos como pueblo en el lugar de un rebaño que va para un lado o va para el otro.
No debemos ver en la historia más que hechos políticos, y leerlos a la luz de sus contextos, claro está.
Aquel que esté a favor de la tendencia que lleva este gobierno puede, por qué no, opinar que Rosas basó su poder real en un fuerte personalismo y centralismo (cual unitario), y que aniquiló indios (cual Roca) para que nadie tocara las estancias; y a la vez declararlo patriota por la gesta de Vuelta de Obligado. O puede también rechazar las políticas sociales y culturales de Sarmiento, pero admitir el fuerte impulso a la idea de la importancia de la educación nacional. Del mismo modo, un liberal podría pensar, digo yo, que el de Rivadavia fue el primer gobierno tilingo, entreguista, cipayo y corrupto, y que no merece darle su nombre al sillón. O que Irigoyen, en su primer gobierno, propició que la Nación diera un salto de calidad cívica y democrática tremendo.
La política y la historia son demasiado complejas como para considerarlas con la lógica del blanco o negro. José de San Martín nos enseñó esto cuando, en un mismo acto, cuestionó las políticas internas de terror y de dominio fascista (perdónenme el anacronismo salvaje) de Rosas, y le envió su sable como obsequio/tributo por su proceder ante el bloqueo imperialista de las potencias europeas.
Se deben considerar las luces y las sombras de los procesos y de los hombres, porque si sólo se habla de una parte, vence la mentira.
Y ahora los dejo, me voy a ver a mi analista. Le estoy pegando un revisionismo a mi vieja. Viera usted las cosas que uno encuentra si está dispuesto a hacerse cargo.
DON CHICHO

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