Leyendo hace instantes un material de la revista Gente de principios de 1983 se me generó la necesidad de contraponerlo con la actualidad.
En el título aparecía “La censura es para los pobres”, con esta frase recordé mis tiernos años infantiles (no soy tan viejo ni tan choto) y me centré en el término censura, que en esa época indicaba un vocabulario que no incluyese malas palabras, ni situaciones violentas, y el cuerpo no podía aparecer desnudo (un ejemplo de esto fue la obra Doña flor y sus dos maridos).
Me parece que el pensamiento retrogrado de ese momento creía que tapándolas las cosas se solucionaban y eso es como meter la suciedad debajo de la alfombra, no es la solución, no es la búsqueda de la raíz, es marcar la represión, conductismo puro a mi entender.
Después vino la primavera alfonsinista y con ella la liberación de todos esos pruritos implantados desde el régimen de facto. Se la llamo a esta etapa destape, término de fuerte peso que abría las mentes y también el cuerpo y que contraponía en forma exagerada al período anterior.
Con el patilla, su fiesta y desparpajo permanente, estas manifestaciones se agudizaron de tal forma que comenzaron a rozar lo burdo y lo impune que por aquellos momentos emanaba desde sus mismos gobernantes.
Llegando al 2000 y con la razón que daba el nuevo milenio y la pugna por los poderes mediáticos, la televisión entró en el ruedo con un mayor protagonismo tratando todo tipo de temas y llevándolos hasta el límite sin importar el mensaje que quede en el televidente (el cual si me permiten algunas veces puedo considerar narcotizado).
Todo lo que produce frivolidad, juegos de poder atrae a esta teleplatea y produce más rating, que produce más anunciantes y a su vez mayor rentabilidad que es el fin último para la obtención del poder.
Y así se trasladó a lo social, entonces los lazos sociales se resquebrajaron en función a la obtención del bien individual, (basta mirar a un programa tan emblemático y exitoso de esta ultima década como fue Gran Hermano).
Veintiocho años pasaron desde que comencé el relato, cambios muy pronunciados, extremistas y ambiguos como nuestro ser social que tiene un termómetro para cada fiebre del dia.He dicho.
Don Cosme.
Don Cosme.
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