ESCENA 1: Reunión en la Casa Blanca, el presidente de EEUU con su cúpula militar. Le explican cómo será el plan del bombardeo a una ciudad (árabe, claro, la acción transcurría en la década del `90). El presidente pregunta si morirán inocentes, le dicen que sí, que incluso hay una escuela que estará repleta a esa hora. El presidente se muestra muy consternado; hay música que incita a la emoción, hay miradas de profunda angustia. Finalmente dice: "hagámoslo, debemos priorizar a toda la humanidad, la libertad tendrá sus mártires"; y se va a otra habitación, a llorar, solo. una señora, atrás mío, en un cine de Belgrano, susurra para sí, casi llorando, "¡esos son presidentes!". (Fin de la escena).
Mucha preocupación parece haber en la opinión pública con que el Estado invierta y participe en la construcción de una industria de contenidos culturales y técnicos en el espectáculo nacional. ¿Qué es lo que les asusta, que el Estado invierta y produzca? ¿Confunden al Estado con el gobierno y creen que se busca hacer propaganda? ¿Todo lo estatal les produce asco y les parece berreta? ¿Todo lo que propone el gobierno nacional les produce asco y les parece berreta?
ESCENA 2: Hace varios años, entrevista en la Universidad del Cine. Un profesor de la carrera de dirección me justifica la necesidad de una ley de artes audiovisuales, y me pregunta si no me llama la atención la cantidad de veces que en las películas de Hollywood aparecen festejos del 4 de julio, o imágenes de la bandera, o el himno en las teles cuando se termina la programación. Le digo que sí, que es algo muy de los yankees, que son muy nacional- narcisistas (me encanta el neologismo). Se ríe, me explica que el Estado de EEUU subvenciona a las producciones audiovisuales por cada aparición de intereses nacionales y que existe una tabla y todo: 1 bandera, tanto; 1 himno, tanto; 1 discurso del presidente más dos banderas, tanto. Mi cara de asombro. (Fin de la escena).
La cultura es como el sudor, atraviesa los poros ni bien nos movemos.
Las películas o cualquier producción audiovisual derrama en nuestros cerebros toneladas de ideología y valores culturales, y
esto es o fortalecimiento de la identidad o imperialismo cultural, según sean las características de los contenidos. Ante esto, pregúntome: ¿no es acertado que como Nación alimentemos y echemos a rodar toda acción cultural que oxigene y proteja nuestra identidad, esa que nos nombra y nos cobija como pueblo?
ESCENA 3: ( Fragmentos)
Me encantaba
Brigada A. Luego, muchos años después, me di cuenta de que buscaba instalar las bondades de los grupos paramilitares dentro y fuera del las fronteras de EEUU. Grupos armados, por fuera de la ley, que hasta se burlan del ejército. Ley por mano propia.
Armas para todos.
Nunca le encontré gracia a
Comandos Azules, la película que buscaba lavar la imagen de los grupos de tareas durante la última dictadura. Simpaticones, bonachones y lindas chicas...¡Ah!, y en el medio el gatillo fácil y la tortura.
De lo mejor de la tele de los últimos años fue
Televisión por la Identidad, ficción que buscaba echar luz sobre un tema que nos es propio aunque silenciado durante años y que aún late subterráneo en muchos sectores de la sociedad.
Siempre una producción audiovisual es sostenida por una ideología. Más o menos concientemente, pero la sostiene. Puede verse en todo, desde cómo se presenta el trato que deben recibir en la sociedad las mujeres o los niños, o cómo debe comportarse un hombre para ser considerado exitoso, hasta en los valores, positivos o negativos, como la solidaridad, la fraternidad, el racismo o el consumismo. Los sectores de poder, incluidos los gobiernos, utilizan las producciones audiovisuales para bajar línea e instalar temas. Campañas propagandísticas para convencer de las bondades de una guerra o lo inconveniente que resulta ser la participación social en las calles cuando podemos quedarnos en casa con la compu, que nos comunica con el infinito y más allá. Esto pasa, será bueno o malo, según sea quién lo hace, pero pasa. Razón por la cual la participación como pueblo en la construcción de sentido en las producciones audiovisuales, puede ser herramienta de transmisión cultural, de jeringa que nos estabilice las defensas identitarias como Nación. Y esto que parece tan teórico no es más que producir y reproducir un lenguaje, una forma de decir, tradiciones, modos propios de movilidad social, tipos de vínculos que establecemos. Hablar de nosotros, ni más ni menos.