jueves, 9 de febrero de 2012

Murió Spinetta...la puta madre


Luego de confirmarse el rumor de la enfermedad que padecía Luís Alberto Spinetta quedé extremadamente sensibilizado. Sentí que parte de mi vida luchaba contra el puto cáncer. Porque un artista es eso, parte de una vida, no música de fondo. Cuando el artista es real, como el flaco, su obra se amalgama con el cuore, con la mente y con las tripas de uno.
Soy amante de la obra de Spinetta, por lo que aunque trataré de basar estas líneas en datos concretos seguramente desborde de mis palabras la ambrosía sublime que tremendo artista fue depositando en mi con cada creación, y no pueda alejar la pasión de mi decir.
En esta época en la que cualquier tocador de acordes es músico, y una pésima estrofa es poesía porque el chabón lo siente así y es del barrio, tipos como Spinetta son, claramente, distintos. El flaco era un artista, un creador (no un creativo), un músico que no hacía canciones por encargo, que no buscaba ser amable con los oídos ajenos, que no copiaba ni se copiaba, que se prodigaba en cada nota, en cada palabra, y que no se anclaba en la comodidad porque, como decía, el arte debe atacar, no ser dócil ni servil.
La carrera de Spinetta, de punta a punta, ha atravesado varios períodos. Su camino siempre fue la búsqueda. Siempre se resistió, militantemente, a repetirse. En decenas de shows que presencié, sólo escuché Muchacha en 2 oportunidades. El flaco no hacía covers de sí mismo.
Spinetta era un artista popular. No era masivo, claro. La opinión pública denomina popular a todo eso masivo que no es digno de su gusto; incluso los más progres lo relacionan a lo berreta, a lo básico, al producto hecho en serie. Pero un artista como Spinetta, que estructuró el movimiento rockero nacional, que estuvo más de 40 años haciendo la música de cientos de miles de argentinos, del pueblo argentino, es por cojones popular.
Y hablo de música, no de sonidos que llevan al baile, o acordes repetidos hasta el hartazgo sobre un beat de negras. Hablo de un compromiso artístico de una intensión cultural de creación.
El flaco era hermoso, la puta madre… Puedo recordar, en carne viva, decenas de momentos en los que estuvimos los dos, su música y yo. Preparándonos para salir, cada sábado; fumando mirando el cielo; en el sarmiento, cuando sangraba en mis oidos el vendabal invisible cuando volvía a Ramos; en el Tdk de 90 que le grabé a mi amor con sus temas que estaba seguro que la iban a hacer amarme; en toda mi vida desde que lo encontré en el anfiteatro del Parque centenario en el `87 o el `88, cuando tanta libertad, artística y de la otra, me cegó y me metió el virus Spinetta para siempre.
Hoy no estoy de duelo solo por Luís, también por una parte de mí.
Se te va a extrañar Flaco. No sabés cuánto.
DON CHICHO

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