Fin de semana. Hipermercado sobre avenida de los Constituyentes. Todas las puertas custodiadas por Policìa federal, agentes de calle y comando especial. Filas de carritos atados unos a otros, bloqueando las entradas. La gente, como por un embudo, deben entrar y salir por pequeñas puertas laterales. La imagen es fuerte; impone, forzosamente, la preocupación, el miedo. Adentro y afuera, la gente como si nada...pero algún efecto quedará. El domingo, los diarios más vendidos, hablan en sus tapas de conflicto social y/o posibles estallidos sociales. El círculo se cierra.
Para unos la cosa es clara, fin de ciclo, crisis, estallido, helicóptero, renuncia. Para los otros no se puede permitir que los grupos que acompañaron a Alfonsín hasta la puerta, insistiéndole que se vaya, y los que le pusieron nafta al helicóptero de De La Rua luego de haberlo usado como gerente de sus meganegoiados, ahora quieran desestabilizar al gobierno de Cristina. Unos gritan como el tero y los otros los corren para saber dónde van, para al menos tenerlos siempre a tiro.
Ya lo dijo Freud, la realidad no es per sé, se construye. Habrá que elegir la menos delirante.
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